La avenida Lenin está congestionada. Las calles, de nombres como Mao Tse-tung o Salvador Allende, están agujereadas por las omnipresentes obras. Solo al caer la tarde en la capital mozambiqueña, Maputo, se relaja el zumbido constante de las perforadoras que ilustra el fuerte crecimiento de un país en el que se pronuncia sin cesar la palabra cambio.
Las enormes reservas de gas natural —las terceras más importantes de África— y de carbón —descubiertas recientemente en el norte de Mozambique— han disparado las expectativas en una de las naciones más pobres del continente, y han desatado la fiebre constructora en Maputo y ciudades como Tete y Pemba. Pero en un país que no ha conocido la alternancia de poder son pocos los que recogen los beneficios.
Se prevé el triunfo de Frelimo, la formación en el poder desde 1975
Los obreros de la gran torre intercambian con la vendedora Olga algunos meticales —la moneda local—. Olga les ofrece café y panecillos a la sombra de uno de los edificios más espectaculares de la ciudad, la gran torre que se levanta en Costa del Sol. La mujer vivía en este barrio antes del boom económico, pero las vistas al mar y el entusiasmo por nuevos apartamentos lujosos convirtieron la zona en algo codiciado. Y la echaron.
La circunvalación de la Marginal rodea la punta que forma la ciudad y conduce a Costa del Sol. “Cambio. ¿Qué cambio? Ellos comen de mi voto y se aprovechan del poder, quizás ellos están disfrutando del crecimiento pero yo estoy aquí, sucia, en la calle, y lo único es que me han echado de mi casa. Lo único que huelo es la corrupción”, se queja la vendedora con resignación.
El gas y el carbón son los grandes protagonistas de este sueño económico que beneficia a una minoría, a un selecto grupo muy vinculado al único partido que ha gobernado en
Mozambique desde la independencia, la Frelimo. “Casi todos nuestros políticos tienen intereses económicos”, explica Edson Cortés, investigador del Centro de Integridad, hasta el punto que “compañías directamente relacionadas con el presidente han tenido en los últimos 10 años al menos ocho licencias de extracción, sin concurso público”.
La economía ha crecido un 7,1% en 2013. Un indicador, apunta sin embargo el economista Carlos Castelo-Branco, que “no significa mucho”. “Lo que hay que preguntarse es si este crecimiento es grasa o músculo”, se cuestiona.
"Muchos políticos tienen intereses económicos", dice un investigador
Actualmente el 85% de las inversiones privadas en Mozambique están directamente impulsadas por las materias primas para exportar; y el 15% restante acaban estando relacionadas, lo que supone un modelo totalmente dependiente de un solo sector, que además se fundamenta en grandes expectativas. “El mercado del gas de aquí a 10 años, que es cuando se empezará a producir, puede haber cambiado mucho”, explica Castelo-Branco, que considera que el modelo no solo es “insano”, sino que podría ser muy peligroso.
La deuda pública doméstica ha estado creciendo al 29% cada año en la última década. Cuatro veces más rápido que la economía mozambiqueña. Y el sistema financiero, volcado en los grandes proyectos, “no ayuda al desarrollo de las pequeñas y mediana empresas”, añade el economista.
Con la velocidad de crucero que ha logrado el país y que beneficia por ahora solo a una minoría afín al régimen inamovible desde 1975, “puede que estemos comprometiendo el futuro y las opciones de las nuevas generaciones y los gobernantes que vienen”, concluye Castelo-Branco.
Precisamente el descontento entre parte de la población alienta, según muchos analistas, al renacimiento de la oposición, Renamo, y la súbita popularidad de su líder, Afonso Dhlakama. A la ebullición económica y política en Mozambique se añade la violencia, que ha vuelto al norte del país y que se aguanta frágilmente ahora por débil acuerdo de paz.